El curso del pequeño río Moldova, en las llanuras de Europa Oriental, da nombre a la región de Moldavia, repartida hoy por los azares políticos entre la República Independiente que lleva ese nombre y que se corresponde con la antigua Besarabia, una pequeña parte en el sur de Ucrania, y ocho de los distritos en el noroeste de Rumanía.
Junto con los monasterios de Bucovina, los doce existentes en Moldavia constituyen un extraordinario patrimonio europeo, y el de Neamţ, que hunde sus raíces hasta el siglo XII, es considerado como la Jerusalén de la Iglesia Ortodoxa rumana. Impulsado por Esteban el Grande en el siglo XV, el recinto monasterial dedicado a la Ascensión de Cristo, con dos iglesias, dos capillas y un edificio circular con cúpula de bulbo, es un referente de la arquitectura religiosa del país. Su biblioteca, que ronda hoy los veinte mil volúmenes, lo convirtió en un lugar clave del impulso cultural y artístico en la lenta conformación de Rumania como Estado.
El objetivo del trabajo ha sido profundalizar en la permanencia contemporánea de este remanso de espiritualidad y de cultura en el que conviven con naturalidad, junto a las más rigurosas tradiciones de la vida monacal ortodoxa, las influencias de los avatares históricos que han conformado el entorno social del país: las luchas de independencia contra el dominio otomano, la presión del imperio austrohúngaro y más tarde la de la Rusia soviética, hasta llegar a la estabilidad democrática actual al finalizar el período comunista