La esencia de la medina de Fez no se puede capturar. Trasciende formas y sentidos. La mejor manera de domar la ciudad vieja, es dejarse llevar por su imbricado laberinto de callejuelas, escaleras y plazas. Siempre por las más angostas, bajo la máxima de que el camino más corto entre dos puntos, no siempre es el mejor. Es en ese contexto donde se comienza a revelar su grandeza.